“Ven, Espíritu Santo”. Recordamos la primera vez que pronunciamos estas palabras como una invitación consciente al Espíritu para que viniera, con la expectativa de que pudiéramos ver evidencias de la presencia del Espíritu. Fue en nuestra joven iglesia, durante una celebración anual de adoración que además incluía una cena y una exposición de diapositivas. Todos estaban de pie. Hubo un largo silencio, profundo y desconcertante.
De repente, en aquel gimnasio donde estábamos reunidos, se escuchó el sonido de una silla plegable de metal que cayó al suelo, y el inconfundible gemido de un hombre cuyo dolor emocional estaba siendo sanado por Dios. Luego cayeron más sillas, hubo más llanto, risas, gritos, personas temblando, gente postrada bajo las sillas, y en todo el lugar, un sentido de propósito en todo lo que estaba ocurriendo, una certeza deque Dios estaba hablando y haciendo cosas, como si finalmente le habíamos abierto la puerta y lo habíamos dejado entrar. En efecto, ¡eso habíamos hecho!
La oración “Ven, Espíritu Santo” no se originó con John Wimber. Simplemente somos la generación más reciente que la ha adoptado. Tiene sus raíces en las oraciones de los primeros Padres y Madres de la Iglesia, la primera generación después de los apóstoles que llevó adelante la llama del evangelio. Esta oración no es una rareza de la Cristiandad occidental del siglo XXI. Es parte integral de la teología Trinitaria, y una oración atesorada por cada generación de creyentes que nos ha precedido. Cuando oramos “Ven, Espíritu Santo” estamos en muy buena compañía.
“Ven, Espíritu Santo” es una petición directa y audaz para que el Espíritu haga la obra que el Padre quiere hacer en nosotros, y para que sea el fuego que nos impulse hacia afuera a hacer las obras que el Padre quiere hacer a través de nosotros. No son palabras mágicas (¡cuántas veces nos hemos dado cuenta de esto de la forma difícil!); ¡tenemos que creer que el Espíritu va a aceptar nuestra invitación! De lo contrario, es como estar dentro de nuestra casa diciendo ¡Pase adelante! a alguien que está afuera, pero nunca le abrimos la puerta.
“Ven, Espíritu Santo” es una oración poderosa cuando se ora con la disposición de abrazar la sorpresa y lo impredecible. Cuando hacemos esta oración, ¡nunca se sabe lo que puede pasar! A la mayoría de nosotros nos encanta la imagen de Aslan, en las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis, descrito como bueno, pero no domesticado. ¡Es completamente otra cosa encontrarse con este Espíritu Santo impredecible en la vida real! Pero nada se compara con el gozo de ver al Espíritu venir y hacer lo que nosotros somos incapaces de lograr en nuestra propia fuerza. Adelante – haz esta oración. Tu vida nunca más será aburrida.
Un extracto de Ven Espíritu Santo, De la Serie Características, p.9