Yo conocí a Jesús por primera vez en una iglesia Pentecostal. El estilo era ruidoso, animado y muy expresivo. Yo venía de un trasfondo Católico Romano, por lo que me tomó algún tiempo acostumbrarme a este estilo pentecostal. Me parecía especialmente extraña la manera en que oraban. Las personas gritaban, agitaban sus manos y saltaban por todas partes. Ya me habían dicho que eso era lo que sucedía cuando el Espíritu aparecía y hacía de las suyas.
Al principio, toda esta algarabía no me molestaba. Yo estaba desesperado por experimentar cualquier tipo de contacto con el Espíritu, y si eso significaba actuar un poco raro, no me importaba. Dios vino a mi encuentro y empezó a cambiar mi vida. Con el paso del tiempo empecé a sentirme más y más incómodo con lo que parecía ser un comportamiento exhibicionista, extraño, y en ocasiones manipulador. Yo amaba a Jesús y a la gente de la iglesia, pero no me gustaba el paquete. No iba conmigo. Eventualmente me volví introvertido; evitaba al Espíritu y todo lo que pudiera parecer extraño – como profetizar, orar por los enfermos, o echar fuera demonios. Así me sentía más a gusto – pero también perdí algo.
Cuando conocí a John Wimber, vi algo diferente. A John nole interesaba asombrar a la multitud. No había exageraciones, manipulación ni comportamientos extraños. Cuando él ministraba, actuaba tranquilo, relajado, real. Me impresionó su forma sencilla de adorar y orar. John lo llamaba ‘ser naturalmente sobrenatural’.
John era la misma persona durante el tiempo de ministración y durante la cena. Aprendí que no tenía que ponerme una imagen o apariencia espiritual, cambiar el tono de mi voz al orar, ni actuar de modo frenético para que el Espíritu se moviera. Y el descubrimiento más significativo y liberador fue que podía ser yo mismo ¡y Dios aún se manifestaría! Podía responder al mover del Espíritu en mi propia y auténtica manera. ¡Eso era asombroso! Mi respuesta a esta libertad fue ¡Yo puedo hacer eso! ¡Yo quiero hacer eso! Fue un nuevo comienzo; empecé a hacer las cosas del reino, y no he parado desde entonces. Ser naturalmente sobrenatural se ha convertido en un rasgo distintivo de La Viña. Es fundamental para ser quienes somos, por varias razones:
- Significa que todos pueden jugar. Puedes ser tú mismo, sabiendo que Dios va a usarte tal como eres.
- Te quita la presión de tener que impresionar. Puedes actuar normal, y Dios aún se va a manifestar.
- Abre oportunidades para ministrar en todos los ámbitos dela vida, no sólo dentro de la iglesia.
- Quienes no forman parte de la iglesia no se sienten intimidados o excluidos, porque no hay comportamientos extraños, exageraciones ni manipulación. La receptividad hacia Dios aumenta dramáticamente.
- Finalmente, ser naturalmente sobrenatural prepara el camino para que las personas puedan experimentar la presencia amorosa y sanadora de Dios en formas que no se sienten amenazantes ni vergonzosas.
En nuestro mundo secular, donde a menudo la única referencia que las personas tienen de lo sobrenatural es la fantasía de Hollywood y la extravagancia de los “reality shows”, es reconfortante experimentar la presencia del Espíritu de Dios de un modo naturalmente sobrenatural, y es para muchos el inicio de su propio caminar de fe.
Un extracto de Ven Espíritu Santo, De la Serie Características, p.16